lunes, 16 de febrero de 2009

Reflexiones sobre el amor...

Una de las tareas vitales del hombre es amar. Poetas han dedicado sus rimas a este maravilloso sentimiento, casi todos los músicos le han dedicado sus letras y sus acordes al amor y a los efectos que genera en el ser humano. Filósofos, psicólogos, científicos han tratado de explicar eso que llaman amor y estar enamorado.

Una de las necesidades básicas del hombre es, como lo señala Fromm, escapar de la prisión de la soledad intrínseca a la existencia, tratar de salvar la distancia que nos separa, conocer al otro, unirnos al otro. Esta necesidad de superar la soledad se vuelve quizás insoportable en una sociedad como la actual, donde el individualismo reinante pareciera anular toda posibilidad real de contacto genuino, más allá del placer o en propio beneficio; en un contexto donde la incomunicación se ha apoderado de la sociedad y la violencia como forma de relación se ha naturalizado y aceptado, surge la interrogante ¿Es posible el amor? ¿El amor como sentimiento, como arte, como genuino interés por el otro?

Es imperioso redefinir el concepto de amor para poder responder a esta interrogante y quizás sería más fácil empezar por decir qué no es amor.
Actualmente muchas personas confunden atracción sexual y deseo con amor, y creen firmemente que para ser amadas debe haber implícito un contacto sexual. La intimidad entendida como cercanía, como compartir el espacio íntimo o más privado se ha dejado de lado para dar paso al despliegue de todos los repertorios que nos permitan demostrar la experticia y competencia en las artes amatorias y sexuales. Si bien es cierto que la atracción física favorece el primer encuentro, y despliega todo un arsenal bioquímico en el cuerpo no es el único elemento que define el amor. Es innegable que existe ahí algún tipo de afecto, pero sólo la pasión sexual no podría ser definida como amor.

En una reciente ponencia a la que asistí, un médico neurólogo comentaba que el cerebro se alimenta de glucosa y oxígeno… y también de contacto social, actividad física, mental y espiritual, ilusión y amor. Por ser seres tan complejos capaces de pensar, soñar, reír, el amor no puede reducirse a una simple respuesta fisiológica y química del cuerpo, porque la novedad no es permanente. Entonces, ¿cómo permanecer enamorado?

Amar no es tampoco depender, aunque el amor implica tener la posibilidad de apoyarse en el otro, también requiere que seamos apoyo sin perder de vista que la única relación segura y que durará el resto de nuestras vidas es la relación que tengamos con nosotros mismos. El deseo de poseer, controlar, y retener a otra persona es tan irrealizable como efímero. Intentar poner todas las expectativas, sueños, anhelos, y necesidades en una sola persona colapsa cualquier relación y refleja la propia incompetencia para ocuparnos de nosotros mismos.

Amar no es sufrir. Existe una arraigada concepción del amor como un proceso en que se diluye el propio ser para que el objeto amoroso pase a convertirse en la razón última de vida aún cuando eso signifique actuar en contra de nuestros principios y nuestra propia felicidad.

Amar es más que todo esto... como lo dice Fromm cuando señala que amar es un arte. Hay que estar fuerte y sólido, tener autoconfianza y dignidad personal para poder iniciar y mantener en el tiempo cualquier tipo de relación; no solo las de pareja, sino las amistosas y las familiares.

Para poder amar a otro ser, y quizás suene un poco trillado, debemos aprender a amarnos a nosotros mismos. Muchas veces se ha repetido esta frase, pero pareciera que muchos no se han detenido a reflexionar en ella: amarnos a nosotros implica conocernos, aceptar tanto nuestras fortalezas como reconocer nuestras debilidades y trabajar concientemente para mejorar y crecer como seres integrales; requiere que haya en nosotros un profundo autorrespeto, no entendido como fanfarronería o soberbia, sino como la capacidad de defender nuestros derechos y mantener nuestra dignidad como seres humanos sin herir a los otros pero expresando asertivamente lo que somos, sentimos y pensamos. Si tenemos para con nosotros estos sentimientos entonces, y sólo entonces podemos experimentar una relación sana, nutritiva, plena, basada en el respeto y aceptación del otro.

“Si tenemos una vida, entonces la podemos compartirla con alguien más”

Pretender hacer del otro el depositario de nuestros sueños, ilusiones, anhelos, es esperar más de lo que cualquiera podría dar y en todo caso sería un acto de profunda irresponsabilidad para con nuestra vida. Asumir el control de nuestro destino y las consecuencias de las decisiones que tomamos puede ser en ocasiones una tarea que requiere gran valentía, determinación y madurez, pero si no asumimos los riesgos y seguimos en nuestra pequeña zona de confort, no podemos esperar entonces vivir la vida plenamente, sino más bien medio vivir mediocremente el melodrama que nos inventamos para adormecer la angustia de enfrentar nuestras propias incompetencias.

Al final la decisión siempre será tuya…



Lic. Keydi Pérez.
Psicóloga Clínica- Psicoterapeuta

1 comentario:

  1. Me gusta el tema, hay que escribir mucho sobre el amor, pero el amor sano...

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